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Por: Laura

 

Un fin de semana mi papá me dijo que quería ir de paseo a un pueblito de Santander, y como yo no tenía nada que hacer, resolví ir con él y la familia.

Cuando llegamos a Charalá fuimos a un río. 

Era un pozo hermoso, pero el agua estaba demasiado quieta, y el fondo era tan negro que no se veían ni las sombras de los árboles.

Mis hermanos empezaron con el ajetreo de meterse rápido al agua. Yo dudé mucho para hacerlo porque me generó desconfianza.

Al rato mi hermano menor empezó a decirme que lo enseñara a nadar, y me subí a una roca de unos 5 metros que simulaba una cascada con poca circulación de agua. Me tiré de clavado para impresionar a mi hermano, cuando entré al agua sentí que algo o alguien me agarraba de los pies, eso me hizo salir a la superficie, y llegué a la orilla con desesperación y agitada.

Bueno, nos devolvimos para la casa, que es de 3 pisos, cuando llegué al segundo piso no fui capaz de seguir. Algo hizo que mirara el espejo del cuarto de mi papá, y el miedo me dominó tanto que me dolía la mandíbula de apretar los dientes.

Me pegué a la pared frente a las escaleras que van al tercer piso y cerré los ojos sin dejar de apretar mis dientes, el televisor de abajo sonaba lejano y a mi mente completamente en negro llegaron risas de niños chiquitos y sentía que me querían tocar la espalda por juego, y se reían.

Una energía fuerte bajó del tercer piso y se desvaneció sobre mí, cuando eso pasó pude moverme y bajé corriendo.

Mi papá me dijo que estaba pálida y yo le dije que tenía un poquito de miedo. Me sentí segura sentándome de espaldas a la esposa de mi mamá que para aquel entonces estaba embarazada de un bebé que luego perdió. Cuando fui a subir a mi habitación en el tercer piso sentí un miedo enorme y le dije a mi hermano que me acompañara, y le dije que si esa noche podía dormir con él y me dijo que sí.

Al otro día sentía un pánico terrible al verme al espejo. Fui a la Universidad, y cuando empezó a oscurecer tuve que decirle a una compañera que estuviera conmigo todo el tiempo, sentía un miedo terrible.  Llamé a la esposa de mi papá para que me recogiera, y más o menos le conté la historia, ella me llevó a donde la pastora de la iglesia a donde ella va y le dijo que le echara a la puerta de mi cuarto unos aceites.

Esa noche también dormí con mi hermano. Al otro día la esposa de mi papá me dijo que yo por qué me había levantado tan tarde a bañarme y yo le dije que yo no me había bañado en la noche. Ella me dijo que sí, que ella había escuchado la ducha, yo le dije que no, que yo esa noche no había dormido en mi cuarto.

Algún tiempo después, una prima le dijo a mi mamá que ella había soñado que a mí me perseguía el espíritu de un niño ahogado, que debían rezar mucho por mí.

Mi mamá me encomendó en una cadena de oración, y pasó algún tiempo para que dejaran de sucederme cosas extrañas.

Revista Sangre Barí 

San  José de Cúcuta

Universidad Francisco de Paula Santander

2015

 

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