

LITERATURA
Sentimientos, historias, anécdotas, reseñas. Versos alados que esconden la magia de un sueño.
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PRÓLOGO
Estaba encerrada, era claustrofóbica y el ascensor se había detenido, trece minutos exactos habían pasado en su reloj, sentía que el aire se le iba y estaba al borde de un ataque, se controlaba, lo intentaba, pero estaba sola… Sola… Sin nadie presente para animarla o para ayudarla a salir de aquel trance, sabía perfectamente que había tomado una mala decisión, pero no tenía tiempo para pensar en eso, aquel espacio reducido se le hacía cada vez más pequeño y la única pregunta que rodeaba su cabeza era la misma desde que había entrado en aquel lugar: ¿Por qué diablos entre en un ascensor?, la respiración se le entrecortaba hasta que pasó el tiempo suficiente para que perdiera la conciencia.
Cuando volvió en sí, se encontraba en la camilla de un hospital, una mujer estaba dormida a su lado y había flores en la mesa, la mujer miro su muñeca y retiro inmediatamente su vista, estaba perturbada, sentía miedo, pánico, inquietud, sabía que aquel no era su lugar y la ansiedad la invadía, una voz en su cabeza repetía unas palabras en un idioma desconocido y se aterraba ante este suceso. El ruido de la puerta al abrirse la hizo voltear a ver al médico que entraba con su cara sonriente, era demasiado joven, así que pensó que era un residente, no se equivocó.
No presto atención a las palabras de aquel joven y cuando él salió algo molesto de la habitación se recostó en la camilla y cerró sus ojos, no entendía nada, aquel mundo era demasiado extraño para ella, se quedó dormida y ese mundo que había observado segundos atrás había desaparecido.
CAPÍTULO 1
Alguien la tomó por el cabello y la jalóhacia atrás, su lanza y el estandarte cayeron al suelo, pero la batalla continuó la joven golpeósu cabeza contra una roca y una línea de sangre se hizo visible, esta línea recorría su rostro y pasaba por sus mejillas.
-
Me has traicionado, Esael.
-
Lo siento.
El joven volvió a tomarla por los cabellos y en un instante de rapidez ella desenvainósu daga y la clavo en el pecho del joven.
-
Yo aún no he muerto, que el Dios de mi reina te perdone.
Esael alzó su cuchillo y lo enterró en la muñeca izquierda de Gabrielle…
-
Yo no creo en tus Dioses.
El joven murió y Gabrielle dejó a un lado su cuerpo, mientras uno de los enemigos se abalanzaba sobre ella y le clavaba una lanza en el pecho, sin embargo, la lanza no tocó su corazón. La joven cayó inconsciente y nadie volteó a verla… Todos la creyeron muerta.
Gabrielle cayó sobre Esael y despertó diez horas después. Le costaba respirar pero
aun así se levantó, sus piernas tambaleaban y su respiración se dificultaba cada vez
más, no comprendía como había podido sobrevivir, pero allí estaba, viva, delante de
miles de cuerpos que yacían sin vida sobre las rocas del desierto.
Observó el estandarte dorado que ahora estaba cubierto de sangre y al ver al traidor
sintió asco, se preguntó quién sería el ganador de aquel encuentro y en su mente
dirigió unas últimas plegarias hacia su majestad.
Creyó que moriría y entonces un joven en un corcel blanco con el escudo enemigo la
sostuvo entre sus brazos cuando ella volvía a desmayarse.
Aquel escenario de muerte estaba infestado de un olor desagradable y de una atmósfera
desconcertante.
El hombre que la había sostenido era el príncipe Joruel , quien en un acto de compasión le quitó su armadura y subió a aquella desconocida a su corcel, aquella mujer le había intrigado, era muy hermosa, pero más que su belleza fueron sus ojos los que lo habían fascinado, eran unos ojos tan oscuros como el color de la noche los que le habían reconocido y le habían visto con tanto odio que él se sintió incapaz de escapar de aquella mirada.
Se demoró tres horas en llegar al pueblo más cercano entre sus territorios, llevaba una capa para que nadie le reconociera, sin embargo, algunas mujeres se persignaron y varios aldeanos cayeron de rodillas ante su presencia. El boticario más cercano no era un médico reconocido sino un hierbatero con fama de realizar milagros, el hombre se persignó ante su majestad y se arrodilló mientras preguntaba para que servía.
-
Eres Nakun… El hombre que revive a los muertos.
-
No soy tan grande como cuentan los rumores, mi señor.
-
Necesito que la atiendas a ella.
Nakun la observó y aunque nadie la había reconocido, él sabía que aquella mujer era una de las generales del reino enemigo.
-
Mi señor, ¿Está seguro de lo que me pide?
El joven captó de inmediato el significado detrás de aquellas palabras y respondió afirmativamente ladeando la cabeza en dirección a la muchacha.
-
Entendido.
Un aldeano bajó a la muchacha del corcel y la tomó entre sus brazos suavemente para luego recostarla en una mesa de piedra dentro de la pequeña casita de Nakun.
Cuando Gabrielle volvió en sí, había vendas en su pecho y una sobre su mano izquierda.
-
El problema señorita, es que la herida en el pecho fue la más difícil de sanar.
Continuará...
Texto enviado por:
Angélica Pallares - 15 años - Colombia.

Gabrielle, ¿Dónde has estado?
-
No lo sé y no me interesa averiguarlo.
Una joven con las vestimentas de una guerrera se debatía junto a un corcel en una batalla contra cientos de hombres, ella portaba un estandarte con un signo extraño, la bandera que ondeaba era dorada con puntas rojas y de su lado otros cien hombres con estos colores sobre sus armaduras luchaban a muerte.
-
Esael, ¿Dónde está Maky?
-
Él no ha venido…
-
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